Un buen amigo mío me propuso hace algún tiempo que escribiese un artículo para su web sobre el derecho de autor y el extenso, a veces inconmensurable, universo que lo rodea. Ya de por si es un tema complejo, pero con la implantación, en España, de la conocida ley Sinde a la que se le adjuntó tiempo después el apellido del actual ministro de Cultura, la cosa se complicó todavía más. De manera que decidimos que sería buena idea que un tipo como yo intentase, con todas las limitaciones propias de una inteligencia del montón, explicar el nuevo panorama abierto el cual, en potencia, afectaría a cualquiera Ya no sólo a los autores y autoras tradicionales, aquellos amparados por una industria en concreto, si no también a todos aquellos que de una manera más o menos inocente pretendían publicar, cualquier tipo de contenido cultural, trabajo, opinión o idea susceptibles, todos ellos, de alimentarse de obras anteriores, como no podía ser de otra forma.
Inmerso estaba en el desarrollo de estos artículos (que al paso que van, podremos empezar a hablar de ensayo de cierta extensión) cuando surgió, lo que quizás es la parte más obvia: la definición de los conceptos vinculados a este mundillo. Estos van desde los cobros en actuaciones infantiles con carácter benéfico, hasta la patente de bacterias, es decir, seres vivos; pasando por el registro de palabras o expresiones. En definitiva, ese inconmensurable universo del que hablábamos al principio.
Así, partiendo de una tarea concreta, surge otra que nutrirá de manera directa este blog. En las siguientes semanas iré publicando palabras y expresiones y trataré de definirlas lo mejor que pueda hasta lograr, si me es posible, explicar todo lo que rodea a la creación de una obra.
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